La historia interminable con los Qab
Mitch Trubisky es más una víctima que un verdugo. Es la víctima de un sistema despiadado que exige a los QB rendir solo por ser víctimas de algo que no controlan, el Draft.
Cualquier noticia, por mínima que sea, es suficiente material para rellenar hilos en las redes sociales o artículos en las cientos de páginas deportivas. Ayer sábado se dio a conocer una noticia que para nada era inesperada, pero a la qué le hacía falta ser confirmada, los Chicago Bears decidieron declinar la opción que les permitía renovar por un quinto año a Mitch Trubisky, el QB que eligieron con la elección absoluta número 2 en el draft de 2017. En la práctica se traduce en que Mitch Trubisky está en año de contrato, jugará y si lo hace, con la espada de Damocles que supone jugar sin tener garantizada su continuidad.
Se ha instalado un mantra en la NFL que dice que cuando un equipo declina la opción del quinto año es que el jugador no cumple las expectativas, y que en el caso de ser ese jugador una elección alta del draft, se le califica automaticamente de “Bust”.Personalmente no comparto el mensaje que se pretende lanzar con esa opción de declinar la renovación por ese quinto año. Esa opción no es obligatoria para el equipo, no significa en absoluto que el jugador volverá al 100% al equipo. Este último puede una vez finalizada el cuarto y último año decir al jugador que no volverá por un quinto año sin que ello suponga una penalización para el equipo. Solo hay una excepción, que el jugador se encuentre lesionado, entonces ese quinto año entra de forma automática lo quiera o no el equipo. Pero los equipos NFL aprendieron a convivir con eso, los Washington Redskins en su momento no activaban para los partidos a Robert Griffin en su cuarto año por miedo a que se pudiera lesionar en el campo. Finalizada la temporada simplemente no renuevas el contrato.
Por eso que los Chicago Bears decidieran declinar la posibilidad de renovar el quinto año no me parece noticia alguna, podían haberlo aceptado y ver qué sucede en 2020. El riesgo que sufra una lesión de gravedad siempre estará presente, pero en los casos de los QB ese peligro está algo reducido por la sobre protección que reciben de la liga. Mitch Trubisky es un QB móvil, pero ni mucho menos era un caso parecido al de Robert Griffin o más cercano, DeShaun Watson, compañero de promoción.
La verdadera noticia es que al jugador se le empieza a tachar, sino lo estaba ya de ser un “Bust”, un error del Front Office de los Chicago Bears, y en concreto de su General Manager, Ryan Pace, que recordemos fue quien tomó la decisión de escalar hasta el segundo puesto en el draft para elegir al QB de North Carolina. El problema no fue tanto usar la segunda elección, los Chicago Bears podían haber esperado perfectamente a su elección, la tercera absoluta, porque era muy poco probable que nadie les hubiera pasado por delante llegando a un acuerdo con San Francisco. Para ahondar en la herida, en ese mismo draft salieron elegidos en décima y duodécima posición dos de los QB jóvenes más prometedores de la NFL, Patrick Mahomes y DeShaun Watson, con lo que se añade a la mala decisión las odiosas comparativas.
Mitch Trubisky ha resultado ser un mal jugador, un QB que deja mucho que desear. Es cierto en que en ocasiones hace cosas brillantes, un pase aquí u otro allá, una carrera buena o moverse con soltura en jugadas rotas, pero sus clamorosos fallos, sobre todo su deficiente lectura del juego, tapa lo anterior. Nos hemos cansado de ver cada domingo las garrafales lecturas de Mitch Trubisky, no es tanto los malos pases que ejecuta, sino la cantidad de ellos que podría hacerlos pero que nunca llega el momento de ejecutarlos porque no sabe leer el juego, en muy pocas ocasiones pasa de su primera lectura y al menos estado de alarma sale por piernas.
El pecado de Mitch Trubisky es haber ser elegido en segundo lugar en el draft, algo de lo qué el no tiene ni el más mínimo control y si hay alguien que debe responder es quien tomó esa decisión. Si hubiese sido elegido en la quinta ronda en lugar de la primera a nadie le importaría, sería otro más de los cientos de chicos que intenten hacer una carrera en la NFL y no lo consiguen. Pero un día a algún scout se le ocurrió empezar a hablar de ese chico de North Carolina, con apenas 13 partidos de experiencia en su currículo y lo elevaron a los altares. Esas desmedidas expectativas fueron elevando su estatus hasta el extremo que fue considerado el mejor QB de la camada, un año del que se decía que no era especialmente notable en QB. Recordad que los otros QB que se presentaban era Patrick Mahomes o DeShaun Watson, además de otros como Joshua Dobbs, C.J.Beathard o DeShone Kizer. El hecho de ser compañero de promoción de dos súper estrellas como Pat Mahomes o DeShaun Watson lo hace aún más doloroso, pero nadie en su momento lo juzgó así.
Patrick Mahomes generaba muchísimas dudas y era una promesa muy polarizante. Nadie dudaba de su brazo, pero a partir de allí todo eran dudas sobre sus mecánicas, sus decisiones y sobre todo, venir de un programa tan sospechoso como Texas Tech, escuela de las “Air Raids”. Los mismos que ahora se cuelgan la medalla de haber acertado con él son igual de numerosos que los mismos que desearían no haber dicho que sería un fracaso, entre los cuales me encuentro y no tengo reparos en decirlo. Lo mismo o parecido se podía decir de DeShaun Watson, un QB que lo fue todo en la NCAA, pero el típico ejemplar del que se dudaba que pudiera trasladar ese éxito al siguiente nivel, y eso que su Head Coach en Clemson decía de él que quien lo acabara eligiendo estaba eligiendo al Michael Jordan de la NFL.
Mitch Trubisky es más víctima que verdugo. Su faceta como verdugo es pobre, ejecuta un juego muy pobre para ser QB, daría igual que hubiese sido elegido en primera ronda o en séptima, no es un QB titular válido para la NFL.Su faceta como víctima sin embargo es lo contrario, es víctima de un proceso predraft que encumbra a los altares a chicos que apenas han demostrado nada y que un mal día enamoran a los scouts y analistas del draft. Es víctima de una liga hambrienta de lanzar a los QB a jugar sin estar mínimamente preparados por el simple hecho de que fue elegido en la primera ronda. Ni que tuviera culpa de algo que escapa completamente a su control. Es víctima de un Head Coach y un General Manager con prisas y a los que la propiedad les exige resultados inmediatos. En resumen, son unas víctimas de una maquinaria cruel como es la NFL donde los QB están sobrevalorados, si estos chicos respondieran kilo a kilo por su peso como jugadores la inmensa mayoría de ellos no pasaría de ser segundas o terceras rondas.
Salvo que Mitch Trubisky de un vuelco espectacular a su carrera, vivirá una cuarta y convulsa temporada en Chicago, una ciudad que por otra parte nunca se ha caracterizado por los QB, desde Sid Luckman no ha han tenido un QB decente en la ciudad del viento. La llegada de Nick Foles, un jornalero que tuvo la fortuna de ganar una Súper Bowl a la manera de Jeff Hostetler, probablemente le empuje a la suplencia o alternar la titularidad. Y en 2021 Mitch Trubisky se convertirá en el enésimo QB que acabará buscando empleo como suplente por un contrato a la baja y a la espera de que sin ninguna presión rendir como debería hacerlo como se espera de alguien elegido en la primera ronda de un draft. Pero recuerden, de eso él no tiene culpa alguna, con rendir como el jugador que es, sería más que suficiente.
Buen artículo, Jose. Se agradece tener este tipo de lectura disponible en estos días